Dónde hallar esperanza
Elisa luchó mucho tiempo con la adicción a las drogas. Cuando se recuperó, quiso ayudar a otros, en agradecimiento. Entonces, empezó a escribir notas y a colocarlas de forma anónima en diferentes lugares de la ciudad donde vivía. Las ponía debajo de limpiaparabrisas de autos y en postes de parques. Antes, ella buscaba señales de esperanza; ahora, las coloca para que otros las encuentren. Una de sus notas terminaba diciendo: «Con mucho amor. Hay esperanza».
A través de la cruz
Tom, mi compañero de trabajo, tiene una cruz de vidrio sobre su escritorio. Su amigo Phil, que, como él, ha sobrevivido el cáncer, se lo regaló para ayudarlo a ver todo «a través de la cruz». Esa cruz de vidrio es un recordatorio constante del amor y los buenos propósitos de Dios.
Porque Él es bueno
Joel y Laura decidieron regresar a su lugar de origen en Michigan. Para llevarse un último recuerdo especial, se detuvieron en su librería predilecta y compraron dos adhesivos para el automóvil, con la frase favorita de la ciudad de la que se despedían: «Nada como un día en Edmonds».
Tomarse el tiempo
Rima, una mujer siria que acababa de mudarse a los Estados Unidos, trataba de explicar con ademanes y su limitado inglés por qué estaba decepcionada. Con lágrimas, mostraba un plato hermosamente adornado de fatayer (tartaletas de carne, queso y espinaca) que había preparado. Dijo: «Un hombre», y señaló de la puerta a la sala y de nuevo a la puerta. Su tutor sabía que personas de una iglesia cercana irían a visitarla y llevarle regalos. Pero apareció solamente un hombre; entró apurado, dejó las cajas y se fue, solo para cumplir con su responsabilidad, mientras que Rima y su familia anhelaban compartir su fatayer con sus nuevos amigos.
Susurros de aliento
El joven se movía nervioso mientras esperaba que saliera su vuelo. Sus ojos iban de una ventanilla a otra del avión. Cerró los ojos y respiró profundo, tratando de calmarse… pero no funcionó. Cuando el avión despegó, no dejaba de moverse. Una señora mayor, del otro lado del pasillo, le puso la mano en el brazo y empezó a conversar con él para distraerlo. «¿Cómo te llamas?», «¿De dónde eres?», y «No va a pasar nada» fueron algunas de las cosas que le susurró. Ella podría haberse enojado o haberlo ignorado, pero prefirió tocarlo y conversar. Cosas simples. Tres horas después, cuando aterrizaron, él dijo: «Muchísimas gracias por ayudarme».
La clave es la actitud
Regina volvía del trabajo desanimada y cansada. El día había empezado con un mensaje de una amiga con una noticia trágica, y había ido empeorando en reuniones con compañeros de trabajo que rehusaban aplicar lo que ella sugería. Mientras hablaba con el Señor, pensó que lo mejor era poner a un lado el estrés de ese día y hacer una visita sorpresa a una amiga anciana y llevarle flores. Su ánimo se recuperó cuando María le contó lo bueno que el Señor era con ella: «Tengo mi propia cama y una silla, tres comidas por día y enfermeras que me ayudan. Y, a veces, Dios manda un cardenal a mi ventana porque sabe que me encantan, y Él me ama».
Desde lombrices hasta batallas
Cleo tenía diez años cuando fue a pescar por primera vez. Mientras miraba el recipiente con la carnada, parecía vacilar. Finalmente, le dijo a mi esposo: «¡Ayúdame, L-L-M-D-M!». Cuando mi esposo le preguntó qué pasaba, Cleo respondió: «¡L-L-M-D-M! ¡Las lombrices me dan miedo!».
Dios está haciendo algo nuevo
Hace poco, el líder de un grupo en el que yo estaba preguntó: «¿Dios está haciendo algo nuevo en tu vida?». Mi amiga Mindy, que enfrenta algunas situaciones difíciles, contestó diciendo que necesitaba paciencia con sus padres ya ancianos, fortaleza ante los problemas de salud de su esposo y comprensión hacia sus hijos y nietos que aún no tenían a Cristo como Salvador. Después, agregó una reflexión que va totalmente en contra de todo lo que uno pensaría habitualmente: «Creo que lo nuevo que Dios está haciendo es aumentar mi capacidad de amar y las oportunidades de hacerlo».
Dulce compañía
La abuela no hablaba con nadie ni pedía nada en la residencia de ancianos. Parecía que apenas si existía, mientras se mecía en su vieja silla chirriante. Como no tenía muchos visitantes, una joven enfermera solía ir hasta su habitación cuando tenía un momento libre. No le hacía preguntas para intentar que hablara; simplemente, acercaba otra silla y se mecía con ella. Después de varios meses, la anciana le dijo: «Gracias por mecerte conmigo». Estaba agradecida por la compañía.
Oraciones con los dedos
La oración es una conversación con Dios, no una receta. Sin embargo, a veces, quizá tengamos que usar un «método» para vigorizar nuestro tiempo de oración. Podemos orar los Salmos o cualquier otro pasaje de la Escritura (como el Padrenuestro), o usar un método de pasos sencillos, como el de adoración, confesión, acción de gracias y súplica. Hace poco, descubrí esta «Oración de los cinco dedos» para usar como guía al orar por otros: